Por tanto, el trabajo osteopático no sólo está enfocado a niños con trastornos claros, donde los síntomas se hacen evidentes, sino también para aquellos que lloran más, les cuesta comer o dormir, que son más proclives a contraer enfermedades, etc. En ocasiones se acepta que ese niño es de una determinada manera, sin buscar la causa y, por tanto, sin buscar el remedio.
A veces sólo se trabaja de manera preventiva, para evitar que pequeños trastornos se conviertan en alteraciones más importantes en un futuro. En caso de partos complicados, es muy importante revisar al bebé tan pronto como sea posible. Esta primera intervención es tan importante como las visitas periódicas durante los primeros años de crecimiento, a la vez que se hace un seguimiento con el pediatra, por tanto podemos ayudar a que el desarrollo neurológico en este tiempo sea óptimo.
El trabajo de un osteópata consiste en equilibrar las membranas, suturas y líquidos, con el fin de evitar una afectación en el crecimiento del cerebro subyacente.
Con la osteopatía cráneo-sacral se actúa sobre el sistema nervioso (también sobre los nervios craneales); sobre la linfa, por tanto sobre el sistema inmunitario; sobre cada una de las estructuras del cuerpo y sobre el sistema vascular. Las lesiones craneales afectan al cinturón escapular y pélvico, ya que el cuerpo posee fascias que interrelacionan estructuras a distintos niveles, por ello nunca hay lesiones aisladas.
Es importante la observación por parte de los padres: si el niño mueve los dos brazos y piernas por igual, si es inquieto o tranquilo, si aprende a hablar pronto, su forma de caminar, etc. Todos estos datos ayudan al osteópata en su trabajo.