La Osteopatía está especialmente indicada en niños, ya que la etapa desde el nacimiento hasta la pubertad es la que más acusa las influencias internas y externas.
Al ser en estos años donde la evolución y crecimiento es aún un hecho, donde numerosas estructuras están en formación y consolidación, es el tiempo donde la Osteopatía puede aportar ventajas definitivas.
Signos tan habituales, y a veces poco tenidos en cuenta como los que enumeramos a continuación, pueden tener origen en desarreglos en la capacidad de movilidad de los huesos craneales o en tensiones fasciales periféricas, sin que ello sea considerado como “patológico” por la Medicina convencional.
Sobre la Osteopatía Cráneo-Sacral nombramos algunos de ellos:
Por tanto, el trabajo osteopático no sólo está enfocado a niños con trastornos claros, donde los síntomas se hacen evidentes, sino también para aquellos que lloran más, les cuesta comer o dormir, que son más proclives a contraer enfermedades, etc.
En ocasiones se acepta que ese niño es de una determinada manera, sin buscar la causa y, por tanto, sin buscar el remedio.
A veces sólo se trabaja de manera preventiva, para evitar que pequeños trastornos se conviertan en alteraciones más importantes en un futuro.
En caso de partos complicados, es muy importante revisar al bebé tan pronto como sea posible. Esta primera intervención es tan importante como las visitas periódicas durante los primeros años de crecimiento, a la vez que se hace un seguimiento con el pediatra, por tanto podemos ayudar a que el desarrollo neurológico en este tiempo sea óptimo.
El trabajo de un osteópata consiste en equilibrar las membranas, suturas y líquidos, con el fin de evitar una afectación en el crecimiento del cerebro subyacente.
Con la osteopatía Cráneo-Sacral se actúa sobre el sistema nervioso (también sobre los nervios craneales); sobre la linfa, por tanto sobre el sistema inmunitario; sobre cada una de las estructuras del cuerpo y sobre el sistema vascular.
Las lesiones craneales afectan al cinturón escapular y pélvico, ya que el cuerpo posee fascias que interrelacionan estructuras a distintos niveles, por ello nunca hay lesiones aisladas.
Es importante la observación por parte de los padres: si el niño mueve los dos brazos y piernas por igual, si es inquieto o tranquilo, si aprende a hablar pronto, su forma de caminar, etc. Todos estos datos ayudan al osteópata en su trabajo.
Es habitual encontrar a padres inquietos ante la idea de llevar a un terapeuta a su hijo recién nacido. Esto ocurre hasta que se conoce la manera tan sutil de actuar en una sesión de este tipo, en la que las manos del profesional “escuchan” las distintas partes del cuerpo del niño, haciendo las correcciones oportunas con idéntica suavidad. Se suele pedir la colaboración de los padres, apoyando con su presencia.
En países como Francia, Bélgica, Italia, Gran Bretaña, Estados Unidos, es habitual este trabajo desde los primeros días o meses de vida de los bebés. De esta manera evitamos la cronicidad de enfermedades futuras, sin padecer molestos síntomas durante años y abreviando el número de sesiones para restablecernos.
Deseamos que, con la colaboración de todos, podamos estar a la altura de otros países, y que el conocimiento osteopático llegue más a los hogares, para que nuestros hijos puedan beneficiarse de todas sus virtudes. Para que recuperemos nuestras miradas a los potenciales heredados de nuestra propia Naturaleza esencial.